LA MENTE PROFUNDA, LA CLAVE PARA EL CESE DEL SUFRIMIENTO
Comprender las dimensiones de la mente abre nuevas puertas de conocimiento que profundizan nuestra práctica meditativa. Las asiduas y asiduos al blog, seguro que me habéis oído hablar del estado de Yoga Nidra, ese estado meditativo que brota mientras practicamos a fondo una sesión de Yoga Nidra. Ya sabes, esa sensación de cuerpo dormido y de atención plena en las instrucciones y sensaciones. Para entender mejor porque se da este estado, hablemos de las dimensiones de la mente.
Según las enseñanzas del Yoga Nidra, se contemplan 3 dimensiones mentales:
- La más superficial es la mente consciente (jagrat, en sánscrito) que corresponde al estado de vigilia, donde se dan los pensamientos superficiales y la percepción del mundo exterior. Es la actividad de la mente, que somos capaces de percibir. Por ejemplo, cuando hablo con otra persona, cuando cocino o conduzco.
- Un escalón por debajo tenemos a la mente subconsciente (swapna, en sánscrito) que corresponde a la memoria y la mente individual. También es importante saber, que swapna interviene durante el sueño. En este nivel se almacenan las preferencias personales, la historia individual, recuerdos, creencias, la imagen que tenemos de nosotros/as y la que tenemos de los demás.
- Por último, tenemos el nivel más profundo: la mente inconsciente (sushupti, en sánscrito). Este nivel también interviene en el sueño y almacena la memoria colectiva como seres humanos o también llamado inconsciente colectivo. La mente inconsciente sushupti, contiene protocolos y normas sociales, conceptos humanos como el racismo o las clases sociales. Es decir, todo aquello, que ha generado el pensamiento humano, y que, desde la infancia, integramos para ser aceptados y sobrevivir. En las prácticas yóguicas se considera un portal para entrar en estados de conciencia más profundos y meditativos.
Dicho esto, observamos que en los dos niveles inferiores (subconsciente e inconsciente, swapna y sushupti) se almacena la memoria, tanto individual como colectiva. En nuestro día a día, grabamos en nuestra mente profunda todo aquello que vivimos. Hay parte de esta información que es funcional y objetiva como: hoy me he lavado los dientes por la mañana. Esta información almacenada, evitará que me lave los dientes constantemente durante esta mañana. Pero, hay otra parte de esta información que es subjetiva porque está vinculada al propio contenido de nuestra mente. Por ejemplo: hoy creo que mi pareja es una egoísta y le guardo rencor porque no ha hecho lo que yo esperaba de ella. Mi pareja me parece egoísta en base a unas normas internas propias que pueden ser muy diferentes de las de otras personas.
Algunas de estas experiencias subjetivas que se graban en la mente profunda se convierten en condicionamientos, tensiones, bloqueos, creencias limitantes, patrones de conducta o miedos y se conocen como samskaras (en sánscrito). Cuya traducción es impresiones de la mente. Por ejemplo, un día me caí de la bicicleta y desde entonces tengo miedo a volverme a caer y no la he vuelto a coger. Otro ejemplo, en la niñez mi madre me causó daño y ahora no me puedo mostrar vulnerable con otras personas por miedo a que se vuelva a repetir.
Por otra parte, cuando creamos una memoria le solemos poner una etiqueta de buena o mala en base a nuestro propio criterio ya almacenado. Esta dinámica de retroalimentación de la memoria conlleva un peligro evidente. Si nuestras conclusiones o decisiones se disciernen en base a unos criterios almacenados, cabe preguntarse qué tenemos en la cabeza, quién afirma esto y cómo ha llegado hasta allí. Estas memorias previas podrían estar deformando la realidad. Por ejemplo, integrar como patrón de conducta dinámicas disfuncionales de pareja que hemos observado en nuestros padres. Siguiendo con el ejemplo anterior, si yo no soy capaz de comprender porque REALMENTE mi pareja me parece egoísta, nunca seré capaz de resolver este conflicto que tengo con ella.
Es completamente necesario destapar y comprender los samskaras de la mente profunda para aliviar el sufrimiento y minimizar la resistencia a lo que nos ocurre en la vida. Una mente profunda despejada va a expandir nuestra visión y comprensión de la realidad. Esto también va a ampliar nuestro abanico de opciones frente a las decisiones de la vida. Te pongo un ejemplo, un toro y una gacela llegan a un cruce. El camino que desean seguir inesperadamente está vallado. El toro obcecado enviste la valla y permanece allí empujando sin éxito alguno. La gacela observa la situación y ve que hay otros caminos en el cruce y valora que con el entrenamiento pertinente podría llegar a saltar la valla en un cierto tiempo. También observa que puede volver atrás o que puede probar a salir del camino establecido. Cuando sufrimos durante períodos largos de tiempo a causa de un suceso de la vida, es muy probable que seamos ese toro obcecado en pasar por donde no se puede. Precisamente por esto es importante no ser excesivamente juiciosos con lo que nos ocurre y tratar de no precipitarnos a poner etiquetas de bueno y malo.
La ecuanimidad es una cualidad imprescindible para una mente libre y limpia. Mientras cultivamos la ecuanimidad no ensuciamos la mente profunda. Esto nos permite ver cada situación con ojos nuevos. Quizá ahora te plantees este dilema: Si mi subconsciente está turbio cómo puedo cultivar la ecuanimidad? La respuesta es: meditando. Por dos motivos:
- El primero: la meditación ya aclara la mente profunda de por sí. Meditaciones como el Yoga Nidra están diseñadas precisamente para esto. Concretamente limpiamos los samskaras mediante la visualización de simbología que es precisamente el lenguaje de la mente profunda.
- El segundo motivo tiene que ver con la dinámica entre mente consciente y profunda. Habitualmente durante la vigilia la mente consciente y la profunda están activas e intercambiando información. Pero la mente profunda es opaca, sus caminos hacia la mente consciente son sinuosos y secretos. Afortunadamente la meditación nos permite establecer un camino visible entre mente consciente y profunda (hasta cierto nivel claro). La mente atenta y observadora que nos proporciona la meditación regular nos permite observar la realidad del día a día como un testigo, para así ver surgir los samskaras de la mente profunda. Esta conciencia testigo crea un espacio interno de ecuanimidad, en el que podemos observar y comprender el samskara y elegir si deseamos irnos con él o tomar otra ruta.
Como puedes observar, el camino hacia una mente profunda clara y libre es:
- Poco a poco.
- A paso firme
- Largo como toda nuestra vida.
Es importante y crucial abandonar la mente comparativa fijada en objetivos cortoplacistas.
Llegados a este punto, me gustaría comentarte varios casos comunes que se repiten entre las personas que inician su camino en la meditación. La mente dualista (la del blanco/negro, bueno/malo), es decir, la mente que carece de ecuanimidad y espacio, suele caer en la negación y represión de conductas, pensamientos o emociones que considera “feas o malas”, pensando que así sigue un camino de crecimiento personal. O puede caer en el extremo opuesto, en la justificación de conductas tóxicas bajo el pretexto del crecimiento espiritual. Te pongo varios ejemplos muy comunes:
- Una persona que se fustiga por seguir sintiendo emociones “negativas”, a pesar de llevar años meditando. Negando así su humanidad y no dejando cumplir la función imprescindible de dichas emociones para una salud mental equilibrada.
- Una persona que reprime su ira y ofrece siempre una cara dócil y amable a los demás. Esto hace que la persona no satisfaga sus necesidades y no tenga límites. De este modo, las relaciones de su entorno pueden tornarse algo tóxicas debido a la costumbre de ponerse siempre en último lugar y evitar el conflicto.
- Una persona que se autopercibe como “iluminada” y trata a los demás sin empatía ni compasión ya que cree que su interpretación de la realidad es la única percepción válida. En este caso, se produce una justificación de los patrones de conducta, miedos, condicionamientos, en definitiva, samskaras, evitando su integración y comprensión. Esto inevitablemente nos lleva a la repetición y al sufrimiento, tanto de la persona en cuestión como los que reciben su falta de empatía y compasión.
Todos tenemos un poco de cada uno de estos patrones en mayor o menor medida, o hemos sido víctimas de alguna persona con complejo de “gurú”. Esta serie de confusiones se dan o bien por la falta de comprensión de la mente o por una mala interpretación de los conceptos del método que estemos siguiendo para meditar o estudiar la mente. Es importante comprender bien el método de meditación que seguimos y sobretodo, salir de cualquier comparación, expectativa, idealización, etc.
La ecuanimidad es la aceptación total y radical de lo que ES. No hay ni bueno ni malo, ni iluminado u oscuro, ni superior o inferior. OJO! No confundir la aceptación con el conformismo o con rendirse. Lo cierto es que a lo largo de mi recorrido en el yoga y la meditación, he encontrado muchas personas que tienen miedo a esta ecuanimidad, a este nuevo estado mental desconocido que parece esperarles al final de una meta. Ante esta incertidumbre, a menudo, tratan de imaginar cómo será vivir sin los samskaras. Algunos visualizan a su futuro yo por fin feliz y sin sufrimiento, otros son más catastrofistas y se visualizan desprovistos de emociones y sentimientos, incluso sin motivaciones. Este es un error común, provocado por el miedo a lo desconocido, pero de desconocido nada. Todo lo contrario. Todas y todos, hemos experimentado estados meditativos de atención plena y ecuánime. Por ejemplo, cuando nos relajamos profundamente y sentimos el cuerpo flotar y la mente focalizarse en esa sensación. O cuando tomamos el sol en la playa o flotamos en el agua y por un momento nos olvidamos de nuestra persona y de todos sus problemas e historias personales. También es habitual cuando realizamos deporte, la mente se aquieta y la atención se enfoca en el ritmo del cuerpo y la respiración. Asimismo, puede ocurrir cuando contemplamos algo tan bello que nuestra mente para por completo y se fusiona con lo observado. Como cuando vemos un amanecer o un paisaje de ensueño. Otras veces, el estado meditativo puede brotar cuando somos muy curiosos y observamos algo sin que nuestra mente intervenga con conclusiones o juicios. Como cuando miramos a un niño jugar o escuchamos sus historias disparatadas con total atención. Sea como sea, este estado meditativo que viene acompañado de la ecuanimidad, brota cuando los pensamientos cesan y la conciencia se enfoca en aquello que contemplamos. El estado meditativo es como una escalera de caracol, que se adentra en lo más profundo de la mente. Tiene varios niveles y cada uno revela algo diferente. La gran mayoría de estos, seguramente, estén reservados para unos pocos. Pero, la buena noticia es que el estado meditativo más asequible, por ejemplo, el que obtenemos realizando el clásico escaneo corporal, ya produce una cantidad enorme de beneficios tanto a nivel de salud mental como física. La tensión baja, el corazón se relaja, el sistema nervioso se calma, el cuerpo se sana y la mente gana espacio.
Es por ello, que el primer paso es el último. Atender plenamente a la realidad es el primer y último paso. Claro, esta tarea se nos complica cuando los samskaras entran en acción. De ahí, que sea un camino a recorrer para toda la vida a paso firme y constante. Afortunadamente, este camino nos trae frutos a cada paso que lo van haciendo cada vez más llevadero.
En lugar de mirar al final del camino buscando a esa persona ideal que deseamos ser, resulta de mayor utilidad echar la vista atrás y ver todo lo que hemos recorrido. Muy probablemente, veamos una diferencia enorme entre la persona que solíamos ser y la que somos ahora. Es importante no perderse en expectativas imaginarias de futuro ya que como futuro que es, no lo conocemos. Ni tampoco, postergar la felicidad para cuando seamos esa persona maravillosa futura que hemos idealizado. Ahora mismo, ya eres esa persona. La felicidad no reside en un estado meditativo, ni en el yo del futuro, ni en un deseo de futuro mejor. La felicidad es aquí y ahora, está en esas experiencias de la vida en la que el tiempo parece pararse y los problemas desaparecen momentáneamente. La felicidad es simplemente una emoción más, igual de importante que el resto, incluidas las que tenemos tanto rechazo como la ira o la vergüenza. Te invito a disfrutar y entregarte a los momentos que te despiertan felicidad independientemente de si tienes problemas o preocupaciones.
Te deseo un maravilloso día.
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